domingo, 19 de enero de 2014

@DaceyMormont : Despedida.

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Despedida

La lluvia caía pesada sobre el camino real. El ejército norteño avanzaba despacio y en silencio pues el mal tiempo les impedía hacerlo de otra manera. 
Dacey cabalgaba al lado de su madre, justo detrás del Rey en el Norte. Era una mañana fría, y las lluvias solo empeoraban el clima, pero a Dacey no le molestaba el frío, después de todo, siempre había sido parte de su vida en la Isla del Oso. 
Cuando alcanzaron a divisar los castillos Gemelos de los Frey, Lady Maege se dirigió a su hija. 

-Es momento de despedirnos. ¿Estás segura que no quieres acompañarme?

Lady Mormont había sido elegida para llevar las palabras de Robb Stark en unas cartas que él mismo había escrito para los vasallos que aún quedaban en el Norte. Dacey habría dado cualquier cosa por regresar al Norte a su amada isla y ver de nuevo a sus hermanas. Pero ahora tenía un compromiso con el rey, y si algún día quería llegar a ser tan buena líder como su madre, tenía que quedarse y aprender todo lo posible. 

Dacey era fuerte y hábil, eso lo había demostrado en el campo de batalla, pero tenía poca experiencia en las guerras y sabía que algún día ocuparía el lugar de Lady Mormont, por lo que tenía que instruirse mientras pudiera. 

Así que, aún en contra de su voluntad, negó con la cabeza y fingió una sonrisa. – Mi lugar está aquí, el rey me necesita. 

El rostro normalmente serio y frío de Lady Maege se iluminó, y a pesar de la lluvia, Dacey pudo distinguir una sonrisa. – Sabes que estoy muy orgullosa de ti.

En ese momento, Dacey no vio a Lady Mormont, a la líder de las tropas de la isla del Oso, la mujer guerrera que con su maza había derrotado a tantos hombres, no, vio Maege, la mujer que la había traído al mundo y la había cuidado toda su vida, quien le había enseñado a pelear y a ser una dama, su madre. 

-Ten cuidado. – dijo finalmente Maege.
-Es solo una boda – respondió Dacey intentando sonar fuerte.

Maege sonrió y dio media vuelta para continuar con su camino.

-Es solo una boda – repitió Dacey para sí misma mientras volvía a ocupar su lugar junto al rey en el Norte.

Sin embargo, no fue “solo una boda”.

Horas más tarde, mientras los norteños se encontraban desarmados en el gran salón de los Gemelos, en la boda de Lord Edmure y Lady Roslin, las flechas comenzaron a llover sobre ellos, como la misma lluvia que había caído por la mañana. Solo que esta vez hiriéndolos y matándolos uno a uno, mientras Las Lluvias de Castamere sonaban en la distancia.

A Dacey no le importó la música, en su mente solo estaban las armas que había dejado afuera junto a su yegua en los establos. Debía ir por ellas y proteger a su rey.

Intentó correr cuando alguien quiso pararla, así que sin pensarlo, agarró una jarra de vino que había sobre la mesa y la estrelló en la cara de su atacante, sin detenerse a ver de quien se trataba, su único objetivo era llegar a la puerta. 

Corrió y justo unos pasos antes, la puerta se abrió. Dacey se detuvo al ver entrar al salón a una docena de hombres vestidos de acero de la cabeza a los pies y armados con hachas de guerra.

<< ¿Amigos o enemigos? >> Dacey supo la respuesta cuando acero del hacha de Ryman Frey se enterró en su estómago.

El dolor nubló sus sentidos. No pudo escuchar sus propios gritos, ni la música y los tambores que no dejaban de sonar. Solo sintió cuando su cuerpo golpeó el frío suelo que contrastaba con el calor de la sangre que emanaba de su vientre. 

A su alrededor solo había imágenes difusas de hombres que luchaban por mantenerse en pie, el olor a sangre se intensificaba, gritos de dolor y de desesperación se desvanecían y llegaban a ella como una ilusión, como si nada de eso fuera real. A lo lejos pudo distinguir la figura de Robb Stark quien seguía luchando por mantenerse con vida, aunque un par de flechas ya le atravesaban el pecho, tal vez más, Dacey no lo supo. 

-Os he fallado, alteza. – dijo en un susurro que nadie escuchó. 

Su única misión era mantener con vida al rey y ahora no podía mantenerse viva ella misma.

<<Sabes que estoy muy orgullosa de ti>> la voz de su madre sonó en su cabeza.

-Madre… - Dacey cerró los ojos y los gritos desaparecieron, ahora estaba en su hogar, vio la Isla del Oso, sintió la fría brisa del mar acariciar su piel, escuchó la risa de sus hermanas, el gruñir de los osos, vio las aves volando y un escalofrío recorrió su cuerpo…

Abrió los ojos y ahí estaba de nuevo, tendida, sangrando, muriendo. 

<<Ten cuidado>>

-Te he fallado, madre. – las palabras nunca salieron de su boca. Dacey cerró de nuevo los ojos para perderse otra vez en sus pensamientos, esta vez no los volvió a abrir. 

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