viernes, 17 de enero de 2014

@DayneAllyria : Ashara Dayne.

@DayneAllyria : http://www.twitlonger.com/show/n_1rvtfbn

Allyria recorría los corredores de su hogar, la fortaleza de Campoestrella, nerviosa y excitada a partes iguales. Tenía poco más de doce años, y ya iba a ser tía. Le habían dado la noticia un par meses antes, cuando su hermana Ashara estaba considerablemente ancha y Allyria empezó a hacer preguntas comprometedoras. Al fin y al cabo, tarde o temprano se iba a dar cuenta, y siendo tan joven tampoco iba a exigir muchas explicaciones. Recibió la noticia con mucha ilusión; esbozó una amplia y feliz sonrisa, se le iluminaron los inocentes ojos violetas y rodeó con todas sus fuerzas a su hermana, que inmediatamente destensó la postura, contagiada por la efusividad de su hermanita, y correspondió a su abrazo lo mejor que pudo. 
-Ten cuidado, Allyira –bromeó, risueña, revolviéndole la oscura melena con una mano mientras la rodeaba con la otra- Si lo abrazas tan fuerte querrá salir antes de tiempo.
A lo que la niña río, y aún a sabiendas de que eso no era posible, la liberó de su abrazo, temerosa de poder causarle algún daño al que iba a ser su sobrino. – Ay, jo. –Replicó ella, sin perder en ningún momento la ilusión reflejada en el rostro. Mantenía la mirada fija en el vientre de su hermana, absorta por el misterio que suponía para ella lo que se escondía tras ese bulto prominente. Apoyó una mano temblorosa sobre él- ¿Y cuando nacerá, Ashara? ¿Será niña? –Levantó la mirada de golpe, coincidiendo con la suya, que observaba divertida la reacción de su hermanita- Quiero que sea niña. ¡Usará mis vestidos! Tengo muchos, de sobras... Seguro que le quedarán bien ¿Verdad?

-No quieras correr tanto… -La frenó, a la par que sonreía dócil, con la esperanza de aplacar su efusividad. Ashara siempre había tenido la capacidad de influir en los demás, consiguiendo toda clase de atenciones, incluso sin proponérselo. Su aspecto impecable junto con su encanto natural suponía la mayor de las tentaciones para los hombres, y ganaba la simpatía y admiración de cualquier mujer. No dejaba a nadie indiferente, sin embargo, con su hermanita, una chiquilla impulsiva y con tendencia afable no lo tenía tan fácil. –Ven –Le ordenó, tomando su mano y dirigiéndose a una silla que aguardaba a unos pocos metros. La estancia en la que se encontraban no era demasiado grande. Estaban en el torreón de Espada de Piedrablanca, en uno de los pisos más elevados. La habitación en sí no tenía nada en especial, una mesa rectangular, llena de polvo por el obvio desuso; algunas pocas sillas, antiguallas de antaño colgando de las paredes y un gran ventanal con vistas al Mar del Verano. A pesar de la austeridad, la atmósfera era idílica; se podía respirar el mar y la calma, y el sonido tenue de las olas habría sido más que suficiente para apaciguar a una osa en celo. Tomó asiento en la silla que había dispuesto, soltando un bufido al hacerlo debido al esfuerzo de lidiar con ese peso añadido al que aún no se había acostumbrado. Tomó la otra mano de Allyria, erguida de pie en frente suyo, y procedió- Cariño, pronto seremos uno más en casa. Eso no implica que Arthur vaya a estar por aquí más a menudo, por lo tanto seremos tu, yo y él… o ella… Aun no sé si tendrás un sobrinito o una sobrinita, pero sea como sea, lo vas a querer mucho ¿Verdad? –Allyria asintió en silencio, consciente de que aún no debía interrumpirla, muy a pesar de su anhelo por intervenir- De acuerdo. Dicen que nacerá dentro de tres lunas, cuatro como mucho, así que será pronto. Confío en que me vas a ayudar mucho, ¡Pronto mi barriga será tan grande que ni siquiera podré verme los pies! –Bromeó, recordándose que Ally no era más que una niña y que la responsabilidad no recaía sobre ella << No tiene nada que ver con ésto. No sabe nada sobre el padre de la criatura, ni debe saberlo. Tan solo tendrá que ser su tía, y cuando tenga edad suficiente para hacer preguntas, ya se me habrá ocurrido algo, o a él… >> Se decía, aunque más que convencida parecía que, al hacerlo, tratara de convencerse a ella misma.
-¡Sí, sí, sí, sí, sí! –Respondió con entusiasmo, interrumpiendo sin querer los pensamientos de Ashara, absolutamente inconsciente de lo que fuere que la consternaba- ¡Lo cuidaré mucho! Sea niña, o niño. Si es niño compararemos ropa nueva, bueno, y si es niña. Y yo también quiero ropa nueva, hermanita, me muero de calor con éstos vestidos tan largos –Se quejó, moviendo la falda del vestido con cierto desdén. Por suerte para Ashara, su pequeña hermana era increíblemente despistada, y cambiaba de tema con una facilidad inquietante. Allyria le dio un último abrazo, besó su vientre inocentemente y se marchó brincando después de dedicarle una amplia sonrisa << A saber lo que se traerá entre manos… >> Pensó al verla marchar. La conocía como a ella misma, pero, aún así, nunca dejaba de sorprenderla. Y entonces se percató de que estaba sola. Desde que se había sabido de su embarazo, bien, desde que unas pocas personas de confianza habían sabido sobre ello, en ningún momento le habían permitido estar sin compañía. Tan solo habían hecho una excepción en ese momento, porque ella había pedido expresamente que la dejaran hablar a solas con Allyria, suponía que así sería más fácil para ambas, y daría menos motivos para sospechar a la pequeña. Siempre estaba acompañada por un par de doncellas que cuidaban de su bienestar, el maestre la visitaba a menudo y varias Septas las estorbaban a todas horas. Pocas personas conocían su estado, pero aún menos conocían el progenitor de la criatura. Quienes les habían visto juntos lo sospecharían, pero eran pocos, y nadie más que ella lo sabría con certeza. Dioses, ¡Ni siquiera él lo sabía! Era de locos. Se estaba volviendo loca. Siempre había querido tener hijos, ¿Qué mujer no querría ser madre? Pero ¿Era así como quería tenerlo? Lo criaría sola. No sabía si volvería a ver nunca al padre, ni ella ni el hijo que esperaba de él. Iba a criar a un bastardo, y eso no podía ser bueno de ninguna forma. 
Apoyó los codos sobre sus rodillas, sujetando su cabeza entre ambas manos, aferrándose a las raíces de su espesa melena. Mirando al suelo sin ver nada, sumida en la desesperación. Cada segundo que pasaba se sentía más consumida por la vida que nacía en su interior, pero era incapaz de culparla. De culparle. De culparse…

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