viernes, 17 de enero de 2014

@JeyneWesterlin: Redención


Redención

Una vida después, o al menos ese era el tiempo que parecía haber pasado, allí estaba, plantado entre las sombras, al pie de los desgastados escalones de piedra que le habían llevado hasta allí.

Igual que la primera vez que bajó a las criptas, siendo poco más que un niño, sintió en sus maltrechos huesos el silencio de los muertos. En su juventud había despreciado muchas cosas, los Dioses lo sabían, se había burlado de ellos en más de una ocasión, pero jamás se había atrevido a bromear sobre aquel lugar. Haciendo memoria, ni siquiera recordaba haber pronunciado palabra alguna entre aquellos muros fuertes, que resistían sin fisuras desde su construcción. Las piedras estaban enmohecidas por la humedad y ennegrecidas por la ceniza del incendio, pero allí seguían, imperturbables, dando cobijo a los huesos de los descendientes de los Primeros Hombres. Las tumbas de Reyes y Guardianes del Norte. Los sepulcros de su familia.

Avanzó con pasos renqueantes y torpes, apoyando su peso en un bastón de madera. En la otra mano sujetaba una antorcha encendida. El fuego que ardía en la punta hacía que su pelo, encanecido, casi volviera a tener color. Paseó rebuscando en sus recuerdos el camino correcto, aunque sin saber dónde encontraría a quien buscaba. Los rostros pétreos vigilaban sus pasos y seguían su vagabundeo con sus ojos tallados. Sus miradas eran duras, siempre se lo había parecido. Le helaba la sangre en los huesos al sentir el peso de todos aquellos ojos acusadores sobre él, como si no aprobaran que estuviera allí. Era un intruso allí a ojos de todos, ¿por qué no iba a serlo para los muertos? Cuando reconoció las tumbas de Lord Rickon y la de Brandon y Lyanna a pocos metros de la primera supo que debía estar cerca. Miró fijamente el rostro de la chica. Por ella se había librado una Guerra, que el Rey Robert había ganado, aunque ella no viviera para verlo. El visitante suspiró. Las mujeres casi siempre eran el motivo de todo. Los problemas, las peleas, las derrotas. Pero aun así, los hombres no podían evitar amarlas. Darlo todo por ellas. El honor, la vida incluso de ser preciso.

Siguió caminando, arrastrando sus botas por la tierra compactada por el peso de los siglos. El semblante serio y gris de Lord Eddard apareció en el siguiente pasillo. Saludó al antiguo señor de Invernalia con una inclinación de cabeza, a aquel hombre de palabra, el más bueno y justo que había conocido. Alguien a quien debería haber odiado, pero que había acabado siendo el único padre verdadero que había tenido. Casi se sintió tentado a pararse frente a él, pero no era Ned Stark a quien había venido a ver.

Unos metros más adelante, la luz de su antorcha iluminó la última estatua. Los rasgos familiares del Joven Lobo se dibujaron bajo la luz anaranjada. Como todos los demás, sus labios estaban serios. Sobre su cabeza, como en las de sus antepasados más antiguos la corona oscura que le señalaba como rey de aquellas nevadas tierras.

El visitante se deshizo de su tea, dejándola en un soporte en la pared. Y se quedó allí plantado durante lo que parecieron años. Había pasado mucho tiempo. Decenas de lunas en las que no había dejado de pensar ni un día en qué haría si llegaba el día. Y ahora que había llegado, estaba mudo, aterrado bajo la mirada vacía de la representación del Rey en el Norte. Por un momento, sintió tanto miedo que en su cabeza las cancioncillas y las rimas del antiguo Infierno volvieron a hacerse eco, amenazando con volver a deshacerse de quien realmente era. El traidor, el cambiacapas. Había bajado hasta allí como tal. No como Hediondo, no como Theon Greyjoy.

Había ido hasta allí para pedir perdón. Un perdón que quizás, a ojos de su antiguo amigo no mereciera, pero que le debía. A arrepentirse por no valorar la confianza que había depositado en él. Por no ver lo que aquello significaba. Lo que había significado todo el tiempo.

Llevaba años reuniendo valor, poco a poco, muy poco a poco, para enfrentarse a los fantasmas de Invernalia. Aquellos que él mismo había creado.

-Lo siento, Robb. He estado perdido. Estuve perdido mucho tiempo.- Apoyó su frente arrugada en el frío granito. Sus ojos se humedecieron, pero contuvo las lágrimas un poco más. - Debería haber estado contigo, pero la ceguera me impidió ver cuál era mi lugar a tiempo. Perdona por llegar tarde.

Una vida después, lloró ante la tumba de su hermano



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PD: Esto no ha pasado en los libros. Y posiblemente no pase jamás, pero bueno, me gustaría que pasara.
PD2: Envía FINAL FELIZ THEON al 2332 si crees que este personaje ya ha sufrido suficiente.


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