viernes, 17 de enero de 2014

@Lancel_Lanni : Walda Frey, Aegon Frey y Pyat Pree.

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Era una mañana como otra cualquiera en Los Gemelos. Walda devoraba medio pollo que se había encontrado debajo de la axila, probablemente un resto del banquete de la semana pasada. Para ella estaba delicioso, para chuparse los dedos. Lo de que hecho, hizo, después de comerse hasta el hueso del pobre animal. Pero Walda seguía teniendo hambre. Ese vacío nunca se llenaba. Se levantó para echar mano de un pastel que había mandado traer para el cuarto desayuno cuando vio la imagen más aterradora que podía imaginar. La bandeja estaba vacía, apenas unas migas quedaban de aquel delicioso pastelito. ¿Pero quién podría haber sido? ¿Quién se atrevería a despertar su ira de esa manera? Un tintineo de cascabeles dio la respuesta a su pregunta. Se giró echa un basilisco y ahí lo encontró. A Aegon Frey, el retrasado de la familia. Tenía medio pastel en la mano, y miraba a Walda con ojillos inocentes y una amplia sonrisa, encantado de encontrar a alguien con quien compartir un momento de felicidad. Walda le lanzó una silla a la cabeza. De la frente de Aegon comenzó a manar un chorro de sangre que pronto le cubrió toda la cara. El pobre la miraba sin comprender.

-¿Walda quiere pastel?- dijo sonriendo de nuevo y ofreciéndole lo que quedaba del delicioso postre.

La mano abierta de Walda bajó veloz a la mejilla del bufón. Este cayó de morros y se rompió los dientes contra el duro y frio suelo. La muchacha empezó a patearle el estómago sin parar, gritando de rabia. Aegon reía, no porque le gustase que le pegasen, sino porque todo el mundo en Los Gemelos lo hacía y aquella era la menor de las palizas que había recibido, así que estaba en el fondo agradecido. Lo consideraba amor. Es cierto. Al pobre infeliz le pegaban de golpes todos los días. Sin venir a cuento. Simplemente porque tenían un mal día, el chico decía algo sin sentido o por diversión. Incluso tenían un juego a ver quién le pegaba más sin cansarse. Su padre, Walder, ya no tenía fuerzas para jugar, asi que simplemente le escupía. (En fin, que era muy pegable, pero no nos desviemos). El caso es que estaba Walda rompiéndole la puta cabeza al retrasado de mierda ese cuando apareció Pyat Pree sin motivo aparente.

-¿Quién sois y que haceis aquí?- Preguntó Walda sobresaltada.

-Mi nombre es Pyat Pree, y he venido aquí sin motivo aparente.

-No le veo sentido. Pero ya que estas aquí, ¿te apetece pegar al imbécil?

-No le conozco y no me ha hecho nada malo. Además, esta indefenso y parece claro que padece problemas mentales. Es un abuso en toda regla.

-¿Y?

-Nada, solo exponía los hechos. Voy a buscar un palo

Asi que ahí estaban, dos completos desconocidos cosiendo a hostias a una criatura indefensa. Era una imagen preciosa. Aegon estaba agradecido por el momento, no todos los días se conocía a gente nueva. Pyat agarro el cuello del Frey para estrangularle, y su mano rozó la de Walda. La retiró con cuidado y miro a la joven a los ojos. Por un instante todo se detuvo. El mundo no existía a su alrededor. Eran los 200 kilos de mujer mas hermosos que Pyat había visto en su vida, y sin pensarlo dos veces, se fundieron en un beso eterno, que los llevo a un lugar mágico, del que nunca querían escapar. Se arrancaron las ropas y retozaron como nutrias sobre el cuerpo inconsciente de Aegon. Una imagen desagradable a la par que preciosa, que quedaría para siempre grabada en los muros de Los Gemelos.

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