viernes, 17 de enero de 2014

@LenaLannisterES: Cersei Lannister.




277 AL, ROCA CASTERLY.

El atardecer se cernía sobre Roca Casterly, dejando atrás el día tan especial que Cersei había vivido. Sólo tenía 10 años, pero sabía con seguridad que ese, sería uno de los días más importantes de su vida.
La promesa de su padre estaba a punto de hacerse realidad, durante el banquete se iba a anunciar su compromiso con el príncipe Rhaegar Targaryen, y había pasado toda la mañana con su tía Genna, probándose vestidos, intentando encontrar el adecuado para tal evento. “Tienes que estar más bonita que nunca” recordó las palabras de su tía mientras se miraba en el espejo, estaba preciosa, el vestido le hacía juego con sus verdes ojos y la melena rubia le caía por los hombros como una cascada.”Rhaegar me querrá.” Estaba segura de ello, conforme iba creciendo, notaba la mirada de los hombres sobre ella, decían que era muy hermosa, pero Jaime también lo era, y a él no le miraban así, y además, era la hija de Tywin Lannister, la mano del rey, el mejor hombre del consejo, no había forma de que Aerys la rechazara.
Llena de orgullo, se quitó el vestido, aún quedaban unas cuantas horas para la ceremonia, estaba dispuesta a ir con Jeyne y Melara a darle una visita a la vieja esa que hacían llamar “Maggy la Rana”. Sus doncellas decían que la vieja de nariz puntiaguda y ojos amarillos tenía una carpa en los bosques de Roca Casterly, y que si entrabas allí y le dabas unas gotas de tu sangre, podía descifrarte el futuro. No había día mejor que aquel para demostrarles a Jeyne y a Melara que las leonas no tenían miedo de nada, y menos de una vieja loca que no sabía lo que decía. Además, tenía ganas de saber cómo sería su futuro con el príncipe Rhaegar, que vieran lo lejos que llegaría Cersei Lannister, la leona de la Roca.

Se adentraron en el bosque, y tras unos cuantos minutos andando, divisaron la carpa de esa mujer a los que todos llamaban Maggy La Rana. Jeyne y Melara se pararon en seco, pero ella continuó andando, hasta quedar a escasos centímetros de la puerta, se giró y riéndose de ellas, les dijo “Si no os atrevéis, más vale que os vayáis, pero yo me quedo, los leones no tememos nada.” Veía el miedo en la mirada de Jeyne, y entendió entonces que era normal, ella no era una leona, ella no sería Reina, ella no era tan valiente como Cersei ¿Qué puede temer una leona de una vieja arrugada? Nada.
Sus dos amigas se miraron, sin saber muy bien qué hacer, estaban a punto de irse corriendo, o eso creía Cersei, porque no fue así. Melara se encaminó hacia ella, con gesto tranquilo, y Jeyne la siguió, aunque ésta, a diferencia de Melara, desprendía miedo por cada poro de su piel.
Una vez dentro, percibió un olor extraño, una mezcla de hierbas orientales que no le gustaba demasiado, y allí estaba ella, Maggy la Rana, vieja, arrugada, fea, asquerosa y sus ojos… sus ojos daban miedo, tenían de un color amarillo oscuro, ojos que sabían demasiado, ojos que sabían su futuro. Giró la mirada y vio como Jeyne se apresuraba a salir de la carpa, no pudo sostenerle la mirada a la vieja y huyó. Cersei se rio por dentro y se preguntó si Melara aguantaría el trago y estaría con ella.
Con chulería y desprecio, obligó a que Maggy la Rana le leyera el futuro, no se iría de allí sin saber cómo sería su vida junto a Rhaegar, y la negativa de la vieja a hablarle sobe ello no le gustó nada.
“Haré que los hombres de mi padre vengan y te maten, les diré que me has hecho daño, ¿quieres eso, vieja?” Bajo sus amenazas, la vieja accedió, les concedió tres preguntas, era hora de ver la valía de sus poderes, nada de lo que dijera le haría daño, sería Reina cuando el viejo de Aerys Targaryen muriese, todos lo sabían.
Cersei cogió el cuchillo que la vieja depositó en la mesa y se hizo un pequeño corte en el dedo, para posteriormente, dejar que ésta, con esos labios que le producían nauseas, probara su sangre.
-Ahora, mi primera pregunta. ¿Cuándo me casaré con el príncipe?
-Nunca. Te casarás con el rey.
-Entonces, ¿seré Reina?
-Reina serás, hasta que llegue otra más joven y más bella para derribarte y apoderarse de todo lo que amas.

-¿Tendré hijos?

-Oh, sí, dieciséis para él, tres para ti. De oro serán sus coronas, y de oro sus mortajas, y cuando las lágrimas te ahoguen, el valonqar te rodeará el cuello blanco con las manos y te arrebatará la vida."

Cersei ya había escuchado demasiado, la rabia se estaba apoderando de su ser y cogió una de las pociones que tenía la vieja sobre la mesa para después echársela en los ojos. “TODO LO QUE HAS DICHO ES MENTIRA, VIEJA ESTÚPIDA.”



Otra vez. Otra vez se encontraba allí, vestida de negro, derrotada, bajo la atenta mirada de todos aquellos que decían ser amigos de la Casa Lannister, de todos aquellos que juraban proteger al Rey, y de todos aquellos que la habían hecho caer con sus mentiras y sus traiciones. Ya no podía confiar en nadie, había perdido todo lo que una vez amó, había perdido a su madre, a su padre, a Jaime, el reino… y a sus hijos, sus pequeños. Primero Joffrey, ahora Tommen.

El cadáver del pequeño Tommen reposaba en un féretro situado en el gran Septo, donde anteriormente había estados los cadáveres de su padre y de su Joffrey, por el cual había derramado tantas lágrimas. Pensó en todo lo que había hecho para intentar mantener a Tommen a salvo de todas las cucarachas que querían derribarlo, todo lo que había hecho en vano, para nada… pero lo volvería a hacer, una y otra vez. Volvería a pasear desnuda por Desembarco, mientras toda la escoria de Poniente se reía de ella, lo haría de buena gana, si así pudiera volver a hablar con su pequeño, porque no podía pensar en algo más terrible que lo que estaba viviendo en esos momentos. ¿Han sido mis pecados, los que me han llevado a esta situación? ¿Soy yo la culpable de que Tommen y Joffrey estén muertos? ¡No! He hecho todo lo posible por mantenerlos a salvo, pero otra vez, los dioses, en su ciega crueldad, han querido verme sufrir.

Recordó las risas de Tommen, cómo jugaba con Myrcella cuando eran pequeños, la primera vez que le pusieron en los brazos a Joffrey, el mejor día de su vida, y se derrumbó. Lloró. Lloró. Lloró, hasta que notó como las lágrimas le ahogaban, como los fuertes brazos de un hombre intentaban levantarla del suelo, pero ella resistía, no podía hacerlo. Ya no. Y entonces, se encontró en la carpa, como si de un sueño se tratase, escuchó las palabras que se clavaban en su corazón como puñales bien afilados:

“De oro serán sus coronas, y de oro sus mortajas, y cuando las lágrimas te ahoguen, el valonqar te rodeará el cuello blanco con las manos y te arrebatará la vida."

QUE VENGA!-gritó-¡QUE VENGA Y ACABE CON ESTO, SOY SUYA!

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