viernes, 17 de enero de 2014

@SeptaNy : Arianne Martell.

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Las manos le temblaban. La carta cayó al suelo sin hacer ruido y Arianne cayó de rodillas tras ella. Había esperado a estar sola para leerla sólo porque el sello llevaba un venado y un león. «Aunque bien podía ser sólo un león…»
Nunca recordaría las palabras exactas que con caligrafía limpia y cuidada de maestre le habían dado una de las peores noticias de su vida. La tinta se emborronó en su mente y los bordes del papel se desdibujaron ante sus ojos. Las lágrimas no tardaron en desbordarla, una caudal silencioso que le cubrió las mejillas y le nubló la vista. No gritó. No golpeó la pared con los puños. Oberyn no querría eso.

Oberyn Martell había muerto. Su tío, la Víbora Roja se había ido para siempre. La vida del más brillante Sol de Dorne se había apagado bajo las manos del perro de caza de los Lannister.

Los motivos por los cuales Oberyn se había lanzado a combatir contra Gregor Clegane poco importaban ahora. «Serían los correctos.» Arianne no podía dudar de su tío.
Se puso en pie y se apoyó en la mesa de caoba. Respiró hondo y con la carta arrugada entre las manos se acercó a la ventana. Las vistas desde la Torre de la Lanza eran impresionantes. El Sol tibio del atardecer bañaba Lanza del Sol y cubría la Ciudad de las Sombras, que poco a poco iba despertando de su letargo. Arianne no saldría aquella noche. No quería ver a nadie. Sólo haría llamar a Caleotte para que llevase la carta, o lo que quedaba de ella, a los Jardines del Agua. Doran tenía que saber la noticia. Arianne temía que pudiera afectarle a la salud aunque en el fondo sabía que el Príncipe de Dorne era más fuerte de lo que muchos podían pensar. «Le dolerá. Primero Elia y ahora…» Ni siquiera podía formular el nombre de su tío en la mente sin que el corazón se le desgarrase.

Pensó en sus primas. Obara, tenaz, dura. Nymeria, elegante, astuta. Tyene, dulce, letal, Sarella, aventurera, inteligente. Las pequeñas Elia, Obella, Dorea y Loreza. El destino les había arrebatado a su padre. Clamarían venganza. Las apoyaría, haría justicia por ellas. Por ellas y por Ellaria, generosa y entregada. Arianne nunca había visto a un hombre y una mujer quererse tanto como se querían su tío y ella.
El maestre no tardó en llegar. Arianne se había serenado bastante aunque su rostro se había sumido en la sombra de la tristeza cuando entró el hombre. –Sed rápido y guardad esta información con vuestra vida.- Aunque Arianne tuviese ganas de correr hacia Sylva y Garin para llorar en sus brazos sabía que no sería prudente hacerlo. Era la ocasión de demostrarle a su padre que estaba lista. Era la heredera. Era la Princesa de Lanza del Sol. Dorne le pertenecía por derecho de nacimiento.

Arianne se fue hacia su dormitorio y se tumbó en la cama. El colchón le pareció duro y las sábanas ásperas. Suspiró y se sentó junto a la ventana, rodeada de cojines. El ruido de la noche quedaba atenuado por la distancia pero alguna que otra risa se coló en la habitación. Cogió un libro que no pudo leer. Tiró al suelo las piezas del tablero de sitrang y volvió a la cama.

La puerta se abrió despacio y Arianne ni siquiera tuvo que levantar la mirada para saber quién era.

-Esta noche no, mi caballero. Esta noche quiero estar sola.-

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