sábado, 18 de enero de 2014

@VissyTargaryen : Viserys Targaryen.

@VissyTargaryen : http://www.twitlonger.com/show/n_1rvucv6



- Me hiciste un juramento, la lealtad no significa nada para ti? – La pregunta que le había hecho a Jorah Mormont horas antes le seguía dando vueltas en la cabeza.
Repitió en voz alta con cierta ironía – Lo es todo para mí – Miro su vaso casi vacío y gritó – MENTIRAS!!! – Sintió rabia, esos arrabatos de furia contenida que le venían cada vez más a menudo. Cerró el puño y golpeó con dureza sobre la mesa improvisada que el mercader había montado para él, fue suficiente para que el vaso se volteara, vió como se derramaban las últimas gotas de vino dejando aquel vaso hueco, así se sentía, hueco de cualquier esperanza, las últimas gotas habían sido su hermana y la promesa de un ejército, al final los salvajes a los que tanto había despreciado también se habían burlado de él.


- Lo es todo para mi - murmuró, se sintió traicionado, así debió sentirse su padre cuando confiando en el poderoso Tywin Lannister, aquel hombre que lo había servido durante 20 años, decidió abrirle las puertas como última esperanza de repeler a esa fatídica rebelión, así traicionado debió sentirse cuando al final el león lo devoró en sus fauces como a una presa que está a punto de ser asfixiada y sabe que cualquiera puede ser su último respiro.


Ese orgullo que una vez lo sostuvo y le dio fuerzas esa noche se había esfumado, ese peso sobre sus hombros le destruían la poca entereza que le quedaba, sus antepasados habían escapado de aquel cataclismo, los Dioses los eligieron a ellos para sobrevivir, para gobernar por sobre todos los hombres, incluso durante La Conquista de Aegon I la profecía del Gran Septón lo reconoció como Rey de Poniente ante los Nuevos Dioses. ¿Qué clase de burla le habían hecho los Dioses? ¿Por qué habían dejado morir a su hermano? ¿A su padre? ¿A su madre? ¿Por qué lo habían abandonado a su suerte? Había vendido todas sus pertenencias por un plato de comida, había incluso, mendigado, sólo los Dioses sabían cuántas veces durmió sin haber probado un bocado, con su pequeña hermana sollozando porque tenía hambre, frío, miedo, él había sido su hermano, su padre, su protector. Volvió al presente por un instante – Maldita chiquilla - pensó - Sólo le pedí que hiciera eso por mí, una sola maldita cosa – También se sintió defraudado por ella, a quien alguna vez había querido, a quien había prometido una y otra vez volver a casa, sintió rabia pero se sintió impotente, su hermana no estaba ahí para abofetearla, para hacerla entender lo que le había hecho – Ya no es mi hermana, es sólo una puta salvaje – Pensó.


Ladeó la cabeza para despabilarse, el alcohol le subía demasiado rápido a la cabeza y sintió un repentino mareo, observó a la multitud, mercaderes, prostitutas, bardos, borrachos, ladrones. Los había visto a todos, en otros rostros, en cada ciudad que había recorrido, no confiaba en nadie, todos podían ser espías, nunca estaba a salvo, nunca podía sentirse tranquilo. Un borracho riñendo con otro habían logrado derribar un barril de vino a pocos metros, el líquido morado se abría camino hacia él, lo siguió con la mirada hasta que ese pequeño río llegó a sus pies, fue entonces que se percató de su estado, tenía las botas gastadas, llenas de barro y quizás hasta de estiércol de animales, sus pantalones no estaban mejor, se miró el pecho, eso fue lo que más le dolió, su blasón, apenas se distinguía una cabeza de dragón asomando entre la suciedad, el polvo, el sudor, se llevó las manos al pecho tratando inútilmente de limpiar su emblema, su orgullo, su hombría. Se sintió derrotado, hizo un ademán para que le sirvieran otra copa de vino, un borracho de otra mesa alzaba su vaso mirándolo a él como si brindará por él, lo ignoró – Soy el maldito señor de los 7 reinos y estoy aquí tomando vino con gente que debería estar doblando la rodilla por mi – Había sido demasiado, intentó pararse pero las piernas cedieron por la borrachera, decidió quedarse un momento más, no podía tropezar y caer delante de toda esa gentuza. No iba a permitir que se burlaran otra vez de él.


Mientras apuraba otro sorbo vio pasar a un niño, descalzo, sucio, recorría las mesas mientras alzaba la mano para pedir una moneda, un pedazo de pan, la gente lo espantaba como si de una mosca se tratase. Conocía esa indiferencia, él también había sido como él, tal vez lo seguía siendo, un nudo se le incrustó en la garganta como una daga mortal, dolía hasta las entrañas, quiso llorar pero no tenía lágrimas. Recordó la noche antes de resguardarse en Rocadragón, su padre lo había enviado ante la guerra que se avecinaba, era su último y único heredero, recordó que había llorado al despedirse de su padre y este le había dicho con tono severo - El dragón no llora, y tú no llorarás - pero le había fallado, había llorado cuando su madre murió, cuando él murió. Trago saliva y recobró la compostura, al menos por ese instante.


Cuando acabo el último sorbo se quitó el anillo, tenía forma de dragón, quizás no valía mucho, pero lo suficiente para pagar aquella borrachera - Una pequeña corona - pensó. - Rhaella - suspiró con la voz entrecortada, se mordió el labio para no recordar, para reprimir aquel momento que le había quebrado el espíritu, pero no pudo, se le aguaron los ojos liláceos y una lágrima rodó sobre su pómulo derecho, se sintió terriblemente viejo e inútil, apoyo la cabeza contra la mesa, cubriéndose con los brazos para que nadie lo viera desarmarse, por un momento el tiempo se detuvo, podría haberse quedado así eternamente sin pensar en nada más que su madre, trataba de recordar como había sido su vida, ¿alguna vez había sido feliz?. Escarbaba en su memoria pero había tanto rencor y odio en su alma que no lo logró, esforzándose por traer recuerdos felices a su presente se quedó dormido sin darse cuenta.


En su sueño caminaba descalzo, la multitud lo miraba con asombro, veía dothrakis, veían rostros de gente de ciudades que había recorrido, a lo lejos divisó un estandarte, la bandera de su casa se mecía con el viento, las cabezas del dragón serpenteaban en el aire, su mente estaba confusa, siguió caminando por el camino que le abría la muchedumbre hasta que vislumbró la Sala del Trono, empezó a caminar más de prisa, casi corría, las puertas se abrieron como si lo hubieran estado esperando, las calaveras de dragón aún decoraban el Salón, se distrajo apreciando a cada uno de ellas hasta que alcanzó a ver el Trono donde su padre permanecía sentado, impaciente y con expresión dura, quiso correr a su encuentro pero las piernas lo traicionaron, cayo de rodillas a pocos metros del Trono, se miro los pies, estaban sangrando, tenía astillas clavadas en las plantas de los pies, le dolían - el dragón no llora - pensó y miró hacia adelante, había sangre que caía de las escalinatas del Trono, pero no era de su padre, alzó la vista buscando su origen, Rhaegar yacía a la derecha del Trono, herido, el latido de su corazón se aceleró de repente, entonces escucho la voz de su padre – LEVÁNTATE! El dragón no se arrodilla – Quería decirle tantas cosas pero su voz se había apagado, solo atinó a señalar sus pies con el dedo, pero notó que ya no sangraban y eran pies de niño, había vuelto a tener 8 años, esta vez se incorporó y corrió hacia Rhaegar. Su hermano tenía los ojos abiertos, había paz en su mirada, hasta le pareció que sonreía. Su hermano estaba muriendo, lo sabía, se le brotaron todas las lágrimas juntas, lloró como el niño que era, sus quejidos hicieron eco en la sala, no le importaba, estaba con los suyos , sacudió a su hermano, al fin las palabras le salieron – Papá haz algo – Giró su cabeza para ver a su rey, pero en su lugar Jaime Lannister estaba sentado en el Trono, El león lo miró con un gesto burlón y le dijo – Tu padre está muerto, ¿acaso nadie te dijo que estaba loco? – El terror lo invadió por dentro, se volvió hacia su hermano, esperando quizás que lo defendiera. Rhaegar miraba hacia un punto perdido, parecía ver algo que él no podía, antes de exhalar su último suspiro le dijo – Lo siento Viserys, todos los dragones han caído - .Estuvo a punto de abrazarse a su hermano, quería morirse ahí con él pero unas manos lo arrastraron por los tobillos. - NO! NO! NO! - gritaba, se cubrió los ojos para no ver – el dragón no tiene miedo - pensó - el dragón no tiene miedo - abrió los ojos sin dejar de patear ni gritar, notó que otro hombre ocupaba el Trono, la gente se agolpaba para hincar la rodilla ante él. Seguían arrastrándolo, abrieron las puertas y la luz externa lo encegueció.


Despertó sobresaltado, desorientado, estaba empapado en sudor, intentó pararse por segunda vez, su orgullo lo mantuvo en pie esta vez, se acercó al mercader y le alcanzó el anillo, el hombre lo miro con aceptación y siguió con sus tareas. Comenzó a alejarse de la muchedumbre, aún tambaleaba pero podía dar pisadas firmes, la rabia que había sido su motor lo ponía en marcha nuevamente, no se iba a ir de ese maldito lugar sin lo que le habían prometido, era su derecho, - Rhaegar estaba equivocado - se dijo para sus adentros, el último dragón aún no había caído.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ruegos y preguntas aquí.